5 de agosto de 2023

RESUMEN | ¡Socorro! 'Manos' de Elsa Bornemann

Manos 

Este cuento, el segundo del libro Socorro de Elsa Bornemann, presenta un relato enmarcado. 


 *** 

 En ‘Manos’ la historia comienza narrada en primera persona por una mujer que le habla al lector. Nos cuenta que esta historia se la contó muchas veces su tío Tomás cuando ella era chica; y que ella también se la contó a sus ‘sobrinhijos’ años después. Y que por eso, como si fuéramos sobrinos o hijos que le piden una historia ‘de miedo’, ella nos la cuenta a nosotros: 

(Aclaro que acá comienza en relato enmarcado y que el narrador cambia de primera persona a tercera)

Martina, Camila y Oriana eran ‘amigas amiguísimas’. No sólo iban al mismo colegio sino que también pasaban mucho tiempo juntas haciendo otras actividades. Eran mejores amigas. De otoño a primavera solían visitar la casa de campo que pertenecía a la familia de Martina. Ese sábado de invierno, se encontraban allí más que felices porque con ellas y los padres de Martina también había viajado la abuela Odila, a quien ellas adoraban. Odila era una señora muy activa y coqueta; y esa noche de invierno les había prometido que luego de cenar les enseñaría unos pasos de zapateo americano, ya que en su juventud había sido una gran bailarina de tap. La mamá de Martina les insistió a las cuatro para que se fueran directo a dormir pero ni Odila ni las nenas querían terminar el día sin la esperada sesión de baile. Entonces, mientras los padres, el gato y el perro se ubicaban en la sala a modo de público, las amigas y la abuela prepararon un pequeño show. 

Afuera, el viento silbaba con intensidad; y en el cielo ,ya se podían ver espesos nubarrones. La clase de tap duró casi una hora, tiempo suficiente para que todos se divirtieron mucho y que la abuela terminara acalorada y muy cansada. 

Cuando se retiraron todos a dormir, las tres amigas se acomodaron en el cuarto de huéspedes que usaban cuando visitaban la casa de campo. Compartían una habitación amplia en el primer piso en la que había tres camas de una plaza ubicadas en forma paralela y sólo separadas por unas mesitas de luz: a la izquierda, Martina, porque prefería estar cerca de la puerta; en el medio, Oriana, porque era la más miedosa y prefería estar entre sus dos amigas; y a la derecha, Camila, porque le gustaba estar cerca de la ventana. 

Esa noche, apenas se durmieron, el padre de Martina las despertó para avisarles que la abuela Odila estaba descompuesta y que la llevarían al hospital del pueblo. Les indicó que no tardarían mucho y que trataran de seguir durmiendo. Como era de esperarse, no pudieron volver a dormir por la preocupación, y también debido a que comenzó una gran tormenta con truenos y rayos que les hacía estremecer el corazón. La que más demostraba su miedo era Oriana, que entre lamentos y gritos de ‘¡Tengo miedo!’ hacía que las otras dos amigas no parecieran tan asustadas, aunque sí lo estaban. Con los veladores de las mesitas de luz prendidos y con las palabras reconfortantes de sus amigas que le decían que los padres y la abuela volverían pronto, Oriana se sintió un poco mejor. 

Luego de que el reloj de la sala diera las doce, las luces se apagaron de golpe. Martina pensó que le estaban haciendo una broma pero cuando trató de prender los veladores encontró las manos de sus amigas intentando hacer lo mismo. Martina le explicó que se había cortado la luz pero entre sollozos, Oriana pidió que alguna bajara a buscar velas y fósforos, o una linterna. Como ellas también tenían miedo, le dijeron que no; pero como Oriana seguía llorando, a Martina le dio pena y le propuso lo siguiente para no tener más miedo: les propuso a sus amigas taparse cada una en su cama y estirar los brazos hacia afuera, hasta darse las manos. Obviamente, Oriana fue la que se sintió más amparada ya que al estar entre sus dos amigas, podía sentir un apretoncito en cada mano. Así, tomadas de las manos, se pudieron tranquilizar y dormir rápidamente. 

Al día siguiente las despertó la abuela Odila, quien les dijo que por suerte, sólo había sido un susto y que ya se sentía mejor. Para felicitarlas por su valentía, les ofreció llevarles el desayuno a la cama, pero Oriana le confiesa que ella había tenido mucho miedo y que gracias a su nieta Martina se habían podido calmar. Los padres y la abuela preguntaron qué habían hecho para no asustarse demasiado; y las chicas comenzaron a explicarles. Les dijeron que se habían tapado bien, como en estaban en ese momento; y que habían estirado sus brazos como lo estaban haciendo en ese momento… cuando se dieron cuenta de algo espeluznante: sus manos no llegaban a tocarse. Incluso habría que haber corrido las camas 10cm para que apenas pudieran rozar la punta de sus dedos. Sin embargo, todas habían sentido sus manos entrelazadas con otras manos… ‘¿Las manos de quién?’, exclamaron. ‘¿De quiénes?’, agregó Oriana, que había sido tomada por ambas manos. Manos. Cuatro manos más aparte de las seis de las niñas. Manos humanas, manos espectrales. Tal vez, de vez en cuando, los fantasmas también tengan miedo y nos necesiten…


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