4 de febrero de 2022

RESUMEN | ¡Socorro! 'La del 11 jota' de Elsa Bornemann

La del 11 ‘jota’ 


La viuda de R era una mujer perversa que nunca había querido a su hija ni a los tres nietos que ella le había dado. Y mucho menos los quiso cuando los pobres quedaron huérfanos y tuvieron que irse a vivir con ella. Durante los años que vivieron en su casa, los tres fueron víctimas de muchos castigos y humillaciones; pero Lilibeth, tal vez por ser la más pequeña o por ser idéntica a su mamá, siempre se llevaba la peor parte. Luis y Leandro no lo pasaban bien tampoco pero por lo menos sus caras no eran odiados retratos de carne y hueso. Ni bien crecieron y pudieron trabajar, los tres se mudaron juntos a un modesto departamento. Luego de unos años, Luis y Leandro se casaron y Lilibeth quedó sola en aquel pequeño 11 J. Trabajaba en una tienda de día y por la noche asistía a una escuela nocturna. 

Un viernes a la medianoche, Lilibeth se levantó sobresaltada por una pesadilla que no podía recordar. Durante cinco minutos tuvo la sensación de que algo le aspiraba la vida, las fuerzas y el aire; y cuando concluyó, la joven escuchó la voz de su abuela que le decía: ‘Lilibeth… pronto nos veremos, Lilibeth…’ Sorprendentemente,a la mañana siguiente recibió el llamado de sus hermanos que le avisaron que su abuela había fallecido la noche anterior. Decidieron que ellos se ocuparían de vender los muebles y demás cosas de la casa de la abuela; y le ofrecieron a su hermana que se quedara con unos electrodomésticos modernos que había comprado recientemente. A la semana siguiente, Lilibeth recibió una televisión, una licuadora, una heladera, una lustradora y un lavarropas como parte de su herencia tangible, lo que no sabía es que en ese momento también había recibido OTRA herencia… 

 Lili comenzó a usar los electrodomésticos después de dos meses de tenerlos en su casa. Empezó con la licuadora, y una tarde, ella y su gato se cansaron de tomar licuados de banana con leche. Luego, enchufó y comenzó a utilizar el resto, observando lo grande que era el lavarropas y la cantidad de ropa sucia que necesitaría juntar para poder usarlo Luego de un tiempo, ya tenía la costumbre de quedarse dormida con la televisión prendida y solía despertarse de madrugada para apagarla, debido al ruido que hacía cuando no había programación. Una noche, al no encontrar el control remoto cerca, se despabiló un poco debido al ruido y a la luz que emitía la tele. En la pantalla y entre los puntitos blancos y negros, podía ver la cara de su abuela que aparecía y desaparecía, sonriente. Luego, el televisor se apagó solo. A partir de ese día, el espanto se instaló en el 11 J. La joven no se animaba a contarle a nadie lo que había sucedido por miedo a parecer una loca; entonces, para sentirse mejor decidió comenzar a escribir en un cuaderno todas las cosas que pasaban y que sólo ella conocía. Escribió acerca de la lustradora que no la obedecía, acerca de la licuadora que había comenzado a andar sola justo cuando ella tenía la mano dentro, acerca de los pelos canosos que encontraba enrollados en la comida de la heladera y acerca de la cara de su abuela que continuaba apareciendo en el televisor durante la madrugada. También escribió sobre cómo su gato Zambri parecía percibir todo lo que sucedía ya que solía fijar su mirada en un punto fijo, donde aparentemente no había nada. Aclaró que lo único que andaba correctamente era el lavarropas, que vendería el resto de los electrodomésticos, y que ese domingo mientras escribía, se disponía a lavar una montaña de ropa… (Ahí concluyen sus anotaciones. Y de esa última A sale una raya que sigue hasta el final de la hoja) 

 El martes siguiente, luego de dos días sin noticias de su hermana, Luis y Leandro se dirigieron al 11J. Allí se encontraron a algunos vecinos en el pasillo y al portero limpiando espuma y agua que salía por debajo de la puerta del departamento. Dieron aviso a la policía y cuando entraron… no encontraron a su Lili por ninguna parte. En la cocina encontraron una pila de ropa sucia junto al lavarropas, que estaba en marcha con la tapa levantada. En la puerta del tambor, un camisón de Lilibeth y una pantufla desecha. El agua jabonosa seguía saliendo y mojando el piso. Luis encontró a Zambri escondido, como petrificado y con la vista fija en un punto de horror invisible. Era el único testigo. Un testigo que, obviamente, no hablaba… La policía encontró el cuaderno de Lilibeth, cuyos relatos parecían escritos por una loca, y entonces asumieron que ella había desaparecido por sus propios medios sin dejar rastros. “Una loca suelta más”, dijeron. “La loca del 11J”, la apodaron sus vecinos.



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